Los plásticos: una amenaza para la fauna marina

Tortuga marina enredada en malla de plástico en la costa del sur de Tenerife. Foto: Felipe Ravina/Especies de Canarias

Hoy en día, se estima que aproximadamente el 80 % de esas basuras marinas procede de fuentes terrestres.

Por Cristina Villanova Solano *

El Archipiélago canario es considerado a nivel mundial como un centro de biodiversidad, tanto terrestre como marina, existiendo una gran variedad de especies y de ecosistemas de una gran belleza, algo de lo que sin duda nos sentimos muy orgullosos. Sin embargo, su situación geográfica lo hace especialmente vulnerable a las alteraciones del hábitat marino y sus especies. En particular, la corriente de Canarias arrastra hacia nuestras islas una gran cantidad de basuras (la gran mayoría plásticos), muchas de ellas vertidas en el norte de Europa e incluso en América, convirtiéndonos en un ‘punto caliente’ de llegada masiva de basuras marinas.

Hoy en día, se estima que aproximadamente el 80 % de esas basuras marinas procede de fuentes terrestres: una parte de las poblaciones costeras y otra del interior, arrastrada por la escorrentía de los ríos y/o barrancos. El otro 20 % está representado por las entradas directas desde los propios océanos y mares, siendo el tráfico marítimo y la pesca las actividades que más contribuyen. Entre estas últimas destaca el abandono o la pérdida de aparejos (redes, líneas de pesca, etc.) que viajan a la deriva afectando a especies, sus hábitats y ecosistemas, pero también a sectores económicos como la propia pesca, la navegación, el turismo e incluso a la salud humana. Es lo que se ha denominado como la ‘pesca fantasma’, que acaba asfixiando a muchos animales, pero que en realidad afecta al ecosistema marino en su totalidad.

Hasta la fecha, se estima que cerca de 700 especies marinas diferentes han tenido algún tipo de interacción con basuras marinas y que más de la mitad de las especies de mamíferos marinos han ingerido plástico en algún momento, provocando disrupciones estomacales que pueden acabar en muerte (difícil de cuantificar en su totalidad), aunque lo más habitual es verlos enredados en ellos. ¡Cuántas veces hemos visto en la prensa imágenes de delfines o de grandes ballenas enmalladas en redes fantasma dificultando su desplazamiento y resultando gravemente heridos! Incluso noticias de grandes mamíferos marinos varados en las costas que una vez que les hacen la necropsia muestran la gran cantidad de plástico que contiene sus estómagos. En el caso particular de Canarias, nuestro archipiélago está considerado como uno de los santuarios naturales del planeta para los cetáceos, con una treintena de especies diferentes presentes en sus costas, pudiendo verse afectados por este hecho.

Las tortugas marinas también se encuentran entre las especies más afectadas por la contaminación por plástico. Por un lado, se enredan con bastante frecuencia con multitud de materiales, con lo que deben arrastrar cargas mucho más grandes y pesadas que su propio cuerpo, ocasionándoles heridas hasta el punto de que muchas de ellas sufren la amputación total de alguno de sus miembros, además de una falta importante de movilidad, asfixia y dificultad para capturar alimento. Algunos ejemplares no pueden remolcar este peso hasta la superficie y acaban ahogándose. Aproximadamente el 60 % de las tortugas que varan en Canarias lo hacen por efecto del impacto de la basura marina. En otros casos, los datos no son tan visibles, como es la ingesta de plástico, muy frecuente dado que las tortugas lo confunden sobre todo con medusas de las que también se alimentan. Casi la totalidad de las tortugas que son recogidas en Canarias tienen plástico en su interior que excretan en gran parte durante su recuperación. ¡Resulta sobrecogedor visitar cualquier centro de recuperación de tortugas y ver cómo los tanques se llenan de plásticos excretados, o cómo han perdido alguna aleta a causa de los enredos!

Pero los problemas van mucho más allá de lo que pensamos. Cuanto más pequeño es un plástico más disperso puede estar en el medio marino y más puede afectar a los organismos. Hablamos de peces, de cualquier tipo de invertebrado, e incluso del zooplancton, la base de la cadena alimentaria marina. Cada vez son más los estudios que ponen de manifiesto que cuanto más pequeño es el organismo mayor puede ser su efecto negativo dado que se puede producir una transferencia de productos químicos presentes en el propio plástico o bien de contaminantes que han retenido en su superficie, una propiedad desconocida por muchos. Estos efectos no parecen ser, de momento, muy importantes en organismos de mayor tamaño.

Pero, ¿cuál es la solución a este problema? Esta no es una pregunta fácil de responder, ni tiene una sola respuesta dada su complejidad. Sin embargo, sí ayudaría que todos aplicáramos bien la famosa regla de las 3 R, reducir, reutilizar y reciclar, y que pensáramos en todos estos efectos con mayor frecuencia.

*Investigadora del proyecto MICROSED Grupo de Química Analítica Aplicada (AChem) de la Universidad de La Laguna


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