Mario Alonso Puig: “Para mejorar nuestra salud física, mental y emocional debemos alejarnos del ruido interior”

Mario Alonso Puig en el Foro Premium del Atlántico de la Fundación DIARIO DE AVISOS

Es uno de los divulgadores más influyentes sobre conducta humana, pautas de comportamiento y desarrollo, participó recientemente en el Foro Premium del Atlántico de la Fundación DIARIO DE AVISOS

El doctor Mario Alonso Puig, miembro de la Harvard University Medical School y uno de los divulgadores más influyentes sobre conducta humana, pautas de comportamiento y desarrollo, participó recientemente en el Foro Premium del Atlántico de la Fundación DIARIO DE AVISOS. Autor de una docena de libros sobre inteligencia humana, formación de cuerpo, mente y psicología positiva, de superventas como Reinventarse, Ahora yo, Vivir es un asunto urgente o ¡Tómate un respiro!, tiene el aval de más de 20 años impartiendo cursos, conferencias y trabajando con empresas para potenciar capacidades como el liderazgo, el trabajo en equipo, la gestión del cambio, la salud y el bienestar y la felicidad.

-La actualidad informativa nos dibuja un panorama complicado de digerir. ¿Cómo debemos gestionar los riesgos y, sobre todo, la sensación de que algo catastrófico nos puede pasar?
“Para que podamos experimentar una transformación de nuestro mundo hace falta una expansión en el nivel de conciencia, para luego empezar a hablar y tomar responsabilidad. Si no tenemos el coraje y la valentía de descubrir la verdad acerca de nosotros, aunque nos duela, no hay nada que hacer. Pero sin ánimo de juzgar, acusar o culpabilizar, simplemente de conocer con profundidad. Una vez ampliado el nivel de conciencia, hay que hablar, tener conversaciones sobre los problemas, y entonces ya tomamos responsabilidad de que hay que hacer algo al respecto, y eso lleva a nuevas acciones que acabarán cambiando las estructuras. No podemos cambiar la estructura global si ni siquiera estamos teniendo conversaciones auténticas. A veces tenemos más lucidez y no necesitamos tocar tanto fondo, pero si no poseemos esa lucidez temprana necesitaremos tocar un fondo muy hondo para decir que esto no puede seguir así. Hay que ir cambiando la polaridad, algo que no es posible si solo nos fijamos en lo que no se puede hacer, en todo lo malo que hay en el mundo, en lugar de poner el foco en lo que sí se puede hacer y en lo que se puede mejorar”.

-¿Somos más conscientes hoy de que necesitamos ayuda?
“Llevo unos 30 años hablando de estos temas. Al inicio las empresas me pedían hablar de liderazgo, gestión de equipos, alto rendimiento, creatividad… Y yo intentaba colar el tema del bienestar de las personas, pero no obtenía mucha receptividad. Hoy, el 95% de lo que me piden las empresas es hablar de cómo mejorar el bienestar de su gente. La diferencia ahora es una expansión del nivel de conciencia. Se han dado cuenta de que las personas están sufriendo. Estamos en la fase del trabajador quemado, a un nivel que ya afecta a la cuenta de resultados. Ya me gustaría que se hiciera por amor al ser humano, pero lo que importa es que se haga. Una vez que se expande el nivel de conciencia se toma responsabilidad. En una conferencia hablé del estrés crónico y se me acercó un ingeniero y me dijo: ‘Ya no puedo más’. Antes de la pandemia, el 25% de la población española consumía ansiolíticos y antidepresivos, y nadie hablaba de esto. Ha hecho falta una intensificación del problema para darnos cuenta de su envergadura. Ya existe una responsabilidad y pensamos en hacer algo. Entonces, existe la motivación, algo te mueve y tienes la confianza de que algo puedes hacer. Hay que empezar por pequeños pasos, en este caso, por una conversación para hablar del estrés, y eso lleva a nuevas acciones. El mundo ha evolucionado de una manera extraordinaria desde el punto de vista científico y técnico, lo cuestionable es si hemos evolucionado desde el punto de vista humano. Nuestra esperanza de vida es el doble que al comienzo del siglo XX, pero veo a las personas igual de agobiadas. No tenemos tiempo para nada. Por tanto, hay que tomar conciencia y ser capaces de acercarnos a una dimensión de nuestra verdad que no es agradable”.

-Frente al ritmo frenético de la vida, con el estrés a la orden del día, usted insiste en intentar acallar los ruidos, que actúan como una barrera frente a la felicidad. ¿Cómo lo hacemos?
“Es de una importancia extrema separarnos de ese ruido [pensamientos] para mejorar nuestra salud física, mental y emocional y nuestras relaciones. Tenemos una dimensión de la mente que mete un ruido tremendo y esto puede durar años y años. Sabemos que ese ruido es muy dañino para la salud, produce una liberación constante de cortisol y aumenta el estrés oxidativo. Eso genera la liberación de sustancias que atacan las moléculas y nos dañan, produciendo mutaciones o deterioros. Esa conversación constante en una persona estresada se sabe que, al liberar adrenalina en el tubo digestivo, deteriora el funcionamiento de sus bacterias, favoreciendo el intestino permeable, entrando tóxicos y generándose el llamado cuadro inflamación crónica de bajo grado, que, entre otros efectos, produce la inflamación cerebral causante de la ansiedad o la depresión, etcétera. Además, a nivel de la red neuronal, cuando vamos al pasado no es para recordar momentos maravillosos, sino hechos desgraciados o amargos. Y cuando vamos al futuro, pocas personas son capaces de verlo ilusionante. Estos pensamientos negativos también forman parte de ese ruido mental, y la ansiedad y la depresión vienen de ahí. Si queremos estar mejor, debemos parar y abrir ese espacio entre pensamientos. El 80% de las consultas a los médicos por enfermedades reales tienen como elemento causante la disfunción emocional: la envidia, los celos, el miedo, la ansiedad, la angustia, la sensación de impotencia, la desesperanza… Si en una conversación con una o varias personas se cuela uno de esos pensamientos, tengo que pararlo para que no me arrastre, porque ya no estaría pendiente de la conversación. Hay que reconducir la atención con decisión y con disciplina. Cuando sustituyes el pensamiento por la consciencia y la observación estás en otro nivel, recibes mucha más información. De ahí la práctica del mindfulness [conciencia plena]. El cardiólogo Herbert Benson leyó y escuchó que los monjes budistas tenían un sistema para calmar la mente y fue con ellos para aprender esta técnica e implantarla en sus enfermos. Demostró que la práctica del silencio previo a la cirugía cardíaca hacía que después de la operación la incidencia de arritmias postoperatorias descendiera. Empezó a interesarse por lo que pasaba en el cerebro y los efectos positivos de la meditación, enseñó a trabajar la quietud a pacientes desahuciados, que comenzaron a mejorar. Con este silencio prestamos más atención, nos encontramos mejor, ordena la cabeza y podemos resolver problemas. Cerrar los ojos 10 minutos te hace sentir mejor. Hay que crear el hábito de la quietud, un espacio de silencio, de recuperación”.

-¿Las personas que afrontan una enfermedad grave tienen más opciones de salir adelante si cuentan con una predisposición favorable?
“Sí, sin ninguna duda. Lo puedo avalar todas las veces que sea necesario. La científica Candace Pert demostró que tenemos receptores en cada célula del cuerpo para distintos tipos de hormonas. El cortisol, la hormona del miedo, cuando se acopla a un linfocito experto en atacar virus y atacar tumores, hace que pierda su fuerza, pero si tú tienes ilusión y tienes confianza, bajas tus niveles de cortisol y subes los de otras hormonas, como la serotonina o la dopamina, y eso produce un efecto diferente en el funcionamiento del sistema inmune. En segundo lugar, la microbiota intestinal está en constante contacto con el sistema inmune. El 80% de las defensas del cuerpo está en la pared del intestino. Cuando una persona cae en la sensación de impotencia y de desesperanza se produce un distrés que daña la microbiota. El tener ganas de vivir, el tener confianza y el sentirse apoyado es fundamental, activa el sistema nervioso parasimpático, que favorece que esas células sean más agresivas contra los tumores. No será el único factor determinante, pero no quiere decir que no sea un factor que cuente, y muchísimo”.

-En su libro ‘Reinventarse’ alude a la grandeza que todos llevamos internamente y sostiene que la mayor parte de los seres humanos se mueren con esa música dentro, que nunca la oyeron sonar. ¿Cómo descubrir ese poder oculto?
“Cuando vemos una amatista, ese cristal morado precioso, observamos que su superficie es muy fea, pero cuando esa apariencia se rompe, aparece la geoda, esa especie de cueva llena de cristales maravillosos. Todos tenemos esa doble condición: una que no es agradable a los sentidos y otra que escapa de los sentidos. Estamos atrapados por nuestros sentidos, creemos que el mundo que vemos es lo único que hay, pero hay que ver nuestra geoda con los ojos de la fe. La fe no es un acto del entendimiento, es una decisión de la voluntad: apostar por lo bueno que hay en mí y en los demás. Hay que reconocer que nuestra apariencia, errores y fallos son reales. Estamos tan atrapados en el mundo sensorial que despreciamos el suprasensorial, pero sabemos que hay personas en nuestra vida que nos han transformado, que no nos han juzgado, con las que nos hemos sentido inmensamente queridos. Lo único que puede sanar de verdad es la capacidad de amar, y eso es precisamente lo que casi nadie está dispuesto a dar. Es muy fácil amar a la persona que es cariñosa, respetuosa, amable, y es mucho más desafiante hacerlo con una persona que no lo es. Decía Sartre que ‘la libertad es lo que haces con lo que te han hecho’. Entonces, ¿qué es lo que hemos recibido y qué hemos dado? Cuando das algo diferente a lo que recibes hay una transformación”.

-¿Existe una conciencia colectiva en los humanos, algo que nos conecta y que influye como un efecto mariposa?
“Esto invita a salir del plano físico y entrar en el metafísico. Cuando estamos en el plano metafísico, la física newtoniana no nos sirve y solo nos es útil la cuántica, que es el plano metafísico de la física. En ese plano metafísico no estamos como individuos, sino que somos un todo. Si en el plano físico lo que me pasa a mí no le impacta al resto, si incluimos el metafísico como parte de la realidad, nos damos cuenta de que tus pensamientos, lo que irradias o lo que proyectas, están teniendo un impacto en los demás. Una de las personas que lo intuyó fue el psiquiatra suizo Carl Jung, que hablaba del inconsciente colectivo y de la conexión de las mentes. Yo he practicado la meditación Metta sobre el amor y me consta que pensar y querer el bien para unas personas puede tener un impacto, independientemente de la distancia a la que se encuentren. Desde una mente tan racional, materialista, limitada y limitante como la que opera en el día a día, esto es un absurdo, pero cuando uno sube de nivel y conecta con la física cuántica te preguntas: ¿y si fuera verdad? Esto supone una enorme responsabilidad, porque quiere decir que tus pensamientos negativos y destructivos no solo te hacen daño a ti, sino que hacen daño al resto de la humanidad. Y al contrario: tus pensamientos constructivos y positivos, sin negar realidades difíciles, no solo te hacen bien a ti, hacen bien a los demás”.

-¿Tiene esto que ver también con el poder de la oración?
“Hay que ser muy respetuoso con lo que cada persona ha vivido. Hay quienes ante la palabra oración o religión sienten que su ánimo se expande y a otros a los que les salen sarpullidos. La oración, como yo la entiendo, es la conexión con un universo infinitamente sabio y bondadoso que está deseando verte feliz, y no que metas la pata para ponerte una marquita roja y recordártelo un millón de veces. Me he encontrado en situaciones muy complicadas donde me he rendido, en las que no sabía por dónde salir. Entonces pedí ayuda y de la nada me ha venido una idea, una paz que me ha hecho conectar a niveles inimaginables. No quiero vender nada a nadie, pero lo que tampoco quiero es no compartirlo por miedo al qué dirán. Una reflexión de Goethe dice que en el momento en el que alguien se compromete de verdad, la providencia también lo hace. La oración es una apertura al universo, no tiene que pasar por ser una fórmula hecha”.

-Vivimos en una sociedad que pone etiquetas y polemiza. ¿Hasta qué punto eso condiciona nuestras relaciones?
“En una época como la actual, en la que hacemos frente a tantos desafíos, necesitamos personas que nos unan, no que nos separen. Todos vamos a encontrar en el otro cosas que no nos gustan, pero por qué no nos enfocamos en lo que sí nos gusta, en las cosas favorables, en lo que nos conecta. Usemos la inteligencia corporativa. La cooperación es la gran solución, porque todo lo que fomente la rivalidad no nos llevará a ningún sitio”.


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